Estos días el Instituto Cervantes celebra su Semana Cervantina, concretamente del 19 al 27 de abril de 2022. Además, como viene pasando cada 23 de abril desde 1976, tiene lugar la entrega del Premio Cervantes en Alcalá de Henares, Madrid.
Esta es, así mismo, la fecha elegida para festejar el Día del Libro en todo el mundo (celebración proclamada por la UNESCO en 1995). La elección temporal no es ni mucho menos arbitraria, pues se estima que fue aproximadamente el 23 de abril de 1616 cuando nos dejaron Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega, es decir, tres de los nombres más ilustres de la historia de la literatura universal.
Para esta notable efeméride, ¿qué mejor que leer el comienzo de la gran obra del autor de Alcalá de Henares? El fragmento que aquí aparece pertenece a la edición publicada por Enrique Suárez Figaredo en el año 2015. Su ortografía, en palabras del propio editor "se ha actualizado, pero no al extremo que restase encanto a un texto de cuatrocientos años". La riqueza de vocabulario y el ingenio de la pluma cervantina se percibe, cómo no, desde las famosas primeras palabras de la más reconocida novela en lengua española hasta la actualidad.
El ingenioso hidalgo Don quijote de la Mancha
En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
Miguel de Cervantes Saavedra, 1605.