Emilia Pardo Bazán nació en La Coruña en 1851 en el seno de una familia aristocrática. Recibió una educación exquisita, alentada por su padre, defensor de los derechos de la mujer ya en aquellos años. A Emilia le interesaban especialmente las humanidades y los idiomas y podía hablar con fluidez en inglés, francés y alemán.
Empezó a componer sus primeros versos siendo tan solo una niña y a los 15 años escribió su primer cuento, Un matrimonio del siglo XIX. A lo largo de su vida, Emilia publicaría casi 600 cuentos.
A los 16 años se casó con José Quiroga, un enlace aprobado por los padres de ambos. De este matrimonio nacieron tres hijos, Blanca, Carmen y Jaime. Cuando el padre de Emilia fue elegido Diputado a las Cortes, la familia al completo se trasladó a Madrid, donde la escritora se introdujo en el ambiente literario de la época. Ciertos acontecimientos políticos llevaron al padre a dejar su cargo y así se marcharon todos a Francia; posteriormente siguieron otros viajes por el continente europeo. En Francia conoció a Víctor Hugo y a Émile Zola, figura clave este último del Naturalismo, corriente literaria que exploró la autora gallega.
Emilia Pardo Bazán no solo fue una escritora clave en la España de finales del siglo XIX y principios del XX; luchó incansablemente por el acceso de las mujeres a la cultura y la igualdad de derechos entre géneros. Así llegó a convertirse en la primera periodista española además de otros logros importantes, hasta entonces reservados únicamente a los hombres. Murió por complicaciones causadas por la diabetes en 1921, en Madrid.
Destacamos aquí un fragmento de la obra más conocida de Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa, publicada en 1886. En ella plasma la decadencia de la vida rural gallega y de la sociedad de su época. En las líneas que vienen a continuación, se describe la llegada del sacerdote Julián Álvarez a los pazos. Pero tal vez te estés preguntando qué es un pazo, pues bien, pazo es el nombre dado a un tipo de antigua casa señorial en el campo, propia de la región de Galicia. La lectura de esta obra será un auténtico placer si te gusta el estilo de esta autora única.
Era noche cerrada, sin luna, cuando desembocaron en el soto, tras del cual se eleva la ancha mole de los Pazos de Ulloa. No consentía la oscuridad distinguir más que sus imponentes proporciones, escondiéndose las líneas y detalles en la negrura del ambiente. Ninguna luz brillaba en el vasto edificio, y la gran puerta central parecía cerrada a piedra y lodo. Dirigióse el marqués a un postigo lateral, muy bajo, donde al punto apareció una mujer corpulenta, alumbrando con un candil. Después de cruzar corredores sombríos, penetraron todos en una especie de sótano con piso terrizo y bóveda de piedra, que, a juzgar por las hileras de cubas adosadas a sus paredes, debía ser bodega; y desde allí llegaron presto a la espaciosa cocina, alumbrada por la claridad del fuego que ardía en el hogar, consumiendo lo que se llama arcaicamente un mediano monte de leña y no es sino varios gruesos cepos de roble, avivados, de tiempo en tiempo, con rama menuda. Adornaban la elevada campana de la chimenea ristras de chorizos y morcillas, con algún jamón de añadidura, y a un lado y a otro sendos bancos brindaban asiento cómodo para calentarse oyendo hervir el negro pote, que, pendiente de los llares, ofrecía a los ósculos de la llama su insensible vientre de hierro.